Chimbote: La leyenda del "Ahogado"

Malecón Grau de noche

Crecí como muchos "chibolos" (niños), que vivieron en el malecón de Chimbote, escuchando historias de fantasmas y brujas -algunas veces me las creí-; asustado pasé muchas trasnochadas siempre alerta para salir volado por si algún espectro despistado venía a visitarme. Cuando descubrí que todo era puro cuento, una farsa de los mayores para mantenernos alejados de algunos sitios, empecé a inventar mis propias historias que luego se las relataba a la collera (amigos), llegando incluso a jurar "por diosito" con tal que se tragaran el cuento y esa noche sufrieran de insomnio.

Mi infancia y adolescencia transcurrió viviendo frente al mar, observando a diario: las islas, pelícanos, gaviotas, lanchas, redes, respirando la brisa marina; con el cabello alborotado por el fuerte viento y escuchando conversaciones de pescadores. Una de las leyendas más populares en ese pequeño y hermoso mundo era la del "ahogado", en ella se decía que cuando una persona moría ahogada su alma salía por las noches a vagar por la orilla de la playa en busca de algún incauto. Si escuchabas su lamento muy lejano significaba que se encontraba ya a espalda tuya pero si este mismo lamento se oía cercano aún estabas a tiempo de echarte a correr. Cuando ya no había escapatoria decían que la única forma de hacerle frente era rezar en voz alta, tan fuerte como pudieras, sin acobardarte, y jamás meterte al mar o demostrarle miedo de lo contario empezarías a convulsionar votando espuma por la boca. Los hombres de mar aseguraban haberse topado cara a cara con el mismísimo "ahogado" o visto algún difunto lleno de espuma como perro rabioso tendido en la arena.

Una noche acordamos con los amigos del barrio o la cuadra –según el país- camuflarnos entre las redes que los pescadores dejaban secando a la intemperie -inmensas sabanas de hilo oscuro que cubrían el extenso malecón- para ver al famoso "ahogado". Las horas avanzaban, el miedo crecía pero ahí estábamos agazapados los cazafantasmas infantiles, estoicamente esperando la llegada del espectro. El sepulcral silencio de la bahía era roto cada cierto tiempo por el reventar de las olas bajo un cielo estrellado como testigo. De pronto una voz enfurecida nos hizo saltar el corazón: ¡Javierrrrrr…! ¡Aparece de una vez si no quieres que te encuentre! ¡¿Ya estas aquí?... A la unaaa, a las dosss y a las tresss!... Inmediatamente salí de mi escondrijo playero, era mi madre que me andaba buscando. Así quedó truncada la que pudo ser una de las gloriosas hazañas de mi infancia.

Como buen nacido bajo el signo de leo no me di por vencido, después, en otra noche, amanecí observando el mar desde mi ventana, escondido tras la persiana pero nunca apareció el famoso pariente de "gasparin". Entonces decidí ahogar la leyenda en mi mundo de fantasías. Lo rescatable de esta experiencia de "chiquititu" fue el recuerdo que me quedó de la trasnochada: el canto de las gaviotas por la mañana, el sonido de suaves palmadas marinas reventando en la orilla, un cielo celeste de la mano de un tímido sol, el particular aroma de la brisa que tenía el amanecer al filtrarse por el ventanal de mi sala, y la imaginación singlando frente a las islas.


Tu opinión es importante

16 comentarios:

MAMÉ VALDÉS dijo...

Aquí estoy de nuevo en tu casa para leer la historia del "Ahogado", recuerdos de niñez que siempre están ahí, un saludo desde Chipiona, Cádiz y España.

Mercedes Pinto dijo...

Me gustan tus historias de El Malecón, cómo viviste y creciste entre cuentos y olas. Lástima que la voz de tu madre te robara la posibilidad de ver al "Ahogado". Muy bien narrado este texto. Me alegro mucho de haber conocido esta casa.
Enhorabuena.
Un abrazo desde el sur de España.

Tordon dijo...

Las madres, estimado Javier, son el fantasma irrenunciable, el ángel de la guarda, el hada que vigila nuestros pasos.
Cuando se enfadan, dan miedo, pero poco.

Muy bonitas las historias del malecón .De igual forma, me agradan vuestras expresiones autóctonas, que hacen que los españoles ensanchemos nuestro horizonte del lenguaje.

Salu2 desde Asturias, norte de España

curro dijo...

Que bonito relato Javier, es un cuento excelente que denota los sueños de la niñez, que por alguna circunstancia permenecen anclados en el recuerdo. Por otra parte em encantan esas palabras, que al mismo tiempo las traduce, latinioamericanas, tal vez ancladas en el castellano viejo, del que yo soy un forofo. Muy bueno, volvere a visitarlo por aqui, pues su estilo de blog es de los que me gustan, y si me ha leido en algunos comentarios no soy proclive a hacer alagos. Un saludo

maria jesus dijo...

He venido a conocerte. Me gustan tus historias. Yo tambien crecí frente al mar, en Ceuta, en el norte de Africa.

Un saludo desde Madrid

ALENKA (Alicia Montes de Oca) dijo...

Hola, Javier. Mil gracias por pasar a través de mi espejo.
Pillada por la curiosidad de saber quién eres, he venido a espiar.
Pero, al agazaparme entre las redes de tu relato, me ha atrapado el ahogado.
No me he echado al mar.
No he rezado en voz alta.
No quiero salir de este mágico malecón del Chimbote.
¡Qué hermoso cuentas, Javier!

la MaLquEridA dijo...

Jejeje hay veces que las madres nos quitan la emoción de una aventura, todo sea por su cariño hacia nosotros.


Buen relato.


Saludos.

Jabo dijo...

Hola "tocayo". Yo también me llamo Javier.
Tenemos en común varias cosas, una de ellas nuestro amor por el mar, la mar.Yo la necesito.
Me gustó tu relato, pasaré más veces a visitarte.
Abrazo. Jabo

Anónimo dijo...

Hola Javier,
He entrado a tu blog a traves del comentario que gentimente esctibiste en uno de mis blogs.

Me ha gustado tu relato, me gusta tu querido Chimbote, y la narración me gustó mucho. No visito blogs peruanos, solo uno y ahora el tuyo, por los comentarios que he leído, tenemos algunos amigos en común.

Te visitaré para continuar deleitándome con tus historías.

Con afecto desde San Isidro.- Perú,

María del Carmen

todavia dijo...

Un dia deberias volverlo a intentar. No importa si no aparece el ahogado: el amanecer en la playa debe valer el desvelo.

Y vienes a contarnos.

Saludos!

Liova dijo...

Hola Javier!!!! Termino de leer esta entrada en tu entrañable blog y sólo me queda decirte que.... ójala conserváramos de adultos esa inocencia tan infantil!!!! Otro gallo nos cantaría!!! Me encanta que te quedaras con lo bello que te brindó la naturaleza... ese cielo con estrellas, ese incipiente sol... son recuerdos, pero recuerdos que perduran.BESITOS Y SALUDITOS ESPAÑOLES.
PD.Nos seguimos leyendo.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Hola Javier. Devuelvo tus ultimas y amables visitas a mi blog, para agradecertelas, al igual que tus comentarios.

Oye, tu blog es estupendo. Si me lo permites, te sigo de aqui en adelante y te comentaré con frecuencia, ok?

Estamos en contacto.

Un cordial saludo.

Encarni dijo...

Que bonitos recuerdos! Verás yo también soy de costa aunque ahora viva en el interior. Y me ha recordado cuando niña los días que iba al puerto con mis hermanos.

Que inocentes eramos entonces, cómo la vida nos va cambiando, pero me alegra que conserves a este niño.

Un abrazo.

Nina dijo...

Jajaja si que me dan miedo las historias de espantos. Me quedé con las ganas de saber si se hubieran encontrado con el famoso ahogado. Para otra vez será.

ALEX dijo...

Hola Javier..en primer lugar, gracias por el comentario en mi blog. He visitado el tuyo y es muy interesante. Esta foto del malecón tiene perspectiva y es evocadora.
Un abrazo.
TE sigo.

Sara dijo...

Cuando iba a dormir a la casa de mis tío en La Caleta, no pegaba un ojo hasta que el sueño me vencía pensando que en cualquier momento iba a escuchar al ahogado, y llegue a conocer a una chica que jura que vio al ahogado, un hombre vestido de blanco... por las playas del Trapecio...que las personas que viven cerca al mar saben reconocer su lamento. En algunas playas de Lima pregunte a las personas que vivían alli si habían escuchado al ahogado, pero desconocen esa leyenda... creo que es sólo conocida en Chimbote...me encantaría charlar con los pescadores, me han dicho que hasta te cuentan historias de sirenas. Muy bonito relato!